El estudio de estos hábitos heredados de la familia es bien conocido para investigar sobre las nuevas costumbres que se introducen en una sociedad muy plural, los gustos y aversiones de los clientes, qué sectores son proclives a padecer ciertas enfermedades... Pero todos saben que estos hábitos son sobre todo de gran carga afectiva. No son sólo euros, nutrientes y técnicas culinarias.
Decía Grande Covián que es más fácil que un hombre cambie de religión que de alimentación. Máxima que entendemos fácilmente más allá del ejemplo práctico.
Hay quien no concibe una Navidad sin turrón de chocolate o un desayuno sin café. Cada cual los va forjando a lo largo de la vida y cada cual los va transmitiendo. ¿Por qué? Porque nos parece bueno. Alimentarse tiene un contexto muy humano. Sí, también los caballos se alimentan, y los pulpos, y cualquier alga. Pero si le damos tanta importancia a un plato concreto un día de fiesta familiar a lo mejor es porque con ello queremos decir algo.
Si quieres decirle a alguien que te importa, que no te es indiferente, no le pones delante un tomate y una lata de atún sino que le haces una buena ensalada.
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